En este paseo por el centro histórico recorreremos algunas de las calles
con mayor solera de Sevilla y tendremos ocasión de conocer monumentos de
singular relevancia art!!stica. La Plaza de San Francisco nos ha de servir como
punto de partida, y nuestro primer objetivo será encaminarnos hacia
la cercana Plaza del Salvador.
Para ello, subiremos por las calles Granada, Francisco Bruna -donde se halla
el monumento a Cervantes, antes solar de la que en su día fue la
Cárcel Real de Sevilla, en la que el insigne escritor
estuvo apresado en 1579-, Manuel Cortina y Alvarez Quintero.
La Plaza del Salvador es uno de los enclaves monumentales más bellos de Sevilla.
En otro tiempo, estuvo rodeada de soportales, los cuales permanecen en uno de
sus flancos sirviendo de cobijo a tabernas y comercios. La Parroquia del
Divino Salvador se alza majestuosa, haciendo gala del apelativo con que muchos
la conocen: la segunda Catedral de Sevilla. Este templo, que durante siglos
ostentó el rando de Colegiata, fue erigido entre 1671 y 1712 en el más puro
estilo barroco sevillano. En su construcción intervinieron arquitectos del
renombre e Leonardo de Figueroa y Diego Antonio Díaz. Su hermoso Patio de los
Naranjos y el arranque de la torre son los principales restos que se conservan
de la primitiva mezquita de Ibn Adabbás, levantada en el siglo IX.
Su interior, espacioso y solmne, aparece cálidamente exornado por una espléndida colección de retablos dieciochescos.
Los más sobresalientes son tres: el mayor, obra póstuma del portugués cayetano de Acosta entre 1771 y 1779, constituye un completo tratado de
angelogía; el que hace portada ala Capilla Sacramental, un verdadero canto eucarístico
realizado por el mismo artífice entre 1756 y 1764, y el retablo-camarín de la Virgen de las Aguas, debido al ingenio de José Maestre en 1724.
En estos y otros altares se veneran notables esculturas de célebres
imagineros sevillanos. Es el caso del Nazareno de Pasión obra cumbre de
Juan Martínez Montañés hacia 1610-1615, artista que
también talloó el San Cristóbal de este mismo templo en 1579;
el Crucificado del Amor, gubiado por Juan de Mesa en 1618, y, cómo no, la
ferdinanda Virgen de las Aguas, réplica goticista de la Patrona de Sevilla,
Virgen de los Reyes.
Frente a la parroquia se halla el
Hospital de Nuestra Señora de la Paz,
más conocido como de San Juan de Dios. Se encuentra en
ese lugar privilegiado de la ciudad desde 1574, fecha en la que se
realizó la portada de su iglesia, que durante el sigo XVIII fue
muy reformada. El interior, de tres naves, responde al momento protobarroco
de la arquitectura sevillana, sienmdo de interés las yeserías
de la cúpula que se levanta sobre el crucero. El zócalo de
azulejería que recorre los muros laterales está fechado
en 1771. Quizás la escultura de mayor empaque sea la de San
Andrés del altar mayor, realizada por Francisco de Ocampo en 1613.
Abandonaremos la Plaza del Salvador por la calle Córdoba, antigua de
Alcuceros, la cual desemboca en la Plaza de Jesús de la Pasión,
conocida popularmente como Plaza del Pan, donde se concentran pequeñas
tiendas de platería y relojería. Por la estrecha calle
Alcaicería, en otro tiempo centro de producció de loza y
alfarería, se llega a la Plaza de la Alfalfa. Aquí se celebra
todos los domingos un singular mercadillo: el de animales, que concentra una
verdadera multitud de curiosos y compadores.
Si enfilamos la calle Aguilas, no desperdiciaremos ocasión de contemplar, en
el número 16, la mansión que da nombre a esta vía pública, por dos rapaces de
mármol que campeana en su portada. Poco más adelante, hallaremos el
Convento de Santa María de Jesús.
El artesonado que cubre su capilla mayor es un buen ejemplo del estilo mudéjar,
avanzado ya el siglo XVI. El retablo está documentado como obra del ensamblador
Cristóbal de Guadix en 1690, perteneciendo sus esculturas al quehacer de Pedro
Roldán; la imagen mariana que lo preside se adjudica a la hija de aquél, Luísa
Roldán, conocida como "La Roldana!.
A pocos metros de este convento nos encontraremos ante el que quizás sea el más
bello de los palacios sevillanos del Renacimiento: la Casa de Pilatos,
residencia de los Duques de Medinaceli y Alcalá. Este suntuoso complejo
palaciego fue levantado por D. Fadrique Enríquez de Ribera al regreso de su
viaje a Jerusalén en 1519.
Entre los numerosos elementos constructivos que fueron importados desde Génova,
destacan la portada de ingreso y las columnas y fuente del patio principal,
labradas por Antonio María Aprile de Carona y Pace Gazini. En este patio se
conserva una colección de veinticuatro bustos de emperadores romanos, a los
que hay que añadir los de Carlos V y Cicerón. Los paños de azulejería se deben
a los hermanos Polido, entre 1535 y 1538. A la planta alta ascenderemos por
una escalera, cuya caja se cubre con una cúpula de madera con mocárabes,
realizada por Cristóbal Sánchez.
En la Plaza de Pilatos comenzaba el Vía Crucis al humilladero de la Cruz del
Campo, rezándose la Primera Estación desde las tribunas del Palacio. Este Vía
Crucis está vinculado a los orígenes de la Semana Santa sevillana.
A continuación nos dirigiremos hacia la vecina Parroquia de San Esteban. Se
trata de un templo mudéjar, cuyas caracterísicas arquitectónicas permiten
fecharlo en la segunda mitad del siglo XIV. Si intgeresantes son las
exhuberantes yeserías que ornan su Capilla Sacramental, no presenta menor
atractivo el altar mayor, donde se exponen lienzos de Zurbarán en sus calles
laterales. En una capilla colateral derecha, con ventana a la calle, se venera
la escultura sedente de Nuestro Padre Jesús de la Salud y Buen Viaje, nombre
que le dieron los viajeros que abandonaban la ciudad por la desaparecida
Puerta de Carmona.
Retrocediendo sobre nuestros pasos hasta la Plaza de Pilatos, nos
introduciremos por la calle Caballerizas hasta desembocar en la Plaza de San
Ildefonso.
En ella se alza el neoclásico Templo de San Ildefonso, cuya monumental
portada aparece flanqueada por dos esbeltas torres. El trazado de esta iglesia
se encargó a Julián Barcenilla, académico de San Fernando, ocupándose de su
ejecución José de Echamorros, quien la rematón en 1841. La obra artística de
mayor trascendencia que se cobija en su interior es la pintura mural de Nuestra
Señora del Coral, que muestra una clara influencia de la corriente sienesa
del Trecento.
Frente a esta parroquia se encuentra el acceso al Convento de San Leandro, en
cuyo torno podremos adquirir las deliciosas yemas que tanta fama han dado a
sus monjas agustinas. La entrada a su iglesia se practica por la Plaza de San
Leandro, donde se encuentra la tantas veces cantada Pila del Pato. En su única
nave se hallan dos retablos contratados por el célebre imaginero Juan Martínez
Montañés. Nos referimos a los de San Juan Bautista (1621) y San Juan
Evangelista (1632), cuyos titulares en relieve son de mano del referido maestro.
Al final de la calle Carrión Mejías vislumbraremos la silueta de la torre de
Santa Catalina,
otro templo mudéjar erigido en los comedios del siglo XIV. Su portada,
curiosamente, procede de otra parroquial del mismo estilo y cronología, la de
Santa Lucía, habiéndose instalado allí en 1930. En la cabecera de la nave
izquierda se ubica la Capilla Sacramental, un auténtico joyel del mejor
Barroco sevillano. En ella se produce una auténtica fusión de todas las
artes, produciendo un efecto envolvente en el espectador. El retablo que
preside este recinto fue construido entre 1748 y 1753 por Felipe Fernández
del Castillo, siendo las esculturas de su sobrino Benito de Hita y Castillo.
Desde Santa Catalina se prolonga la calle Almirante APocada, donde se
localiza el edificio de los Antiguos Juzgados, levantado por el arquitecto
Sanz López en 1913. Allí se ha instalado el más importante complejo
archivístico de la ciudad, pues tienen su sede la Hemeroteca Municipal, el
Archivo Histórico Municipal, elArchivo de Protocolos Notariales de Sevilla
y el Archivo General de Andalucía. Frente a este verdadero centro de
peregrinación para los investigadores de la historia hispalense, se halla la
Posada del Lucero, uno de los ejemplos más entrañables de la arquitectura
popular de nuestra ciudad, afortunadamente conservado hasta el presente.
Así llegamos a la Parroquia de San Pedro,
ante la que se extiende la plaza del mismo nombre. Aunque de origen gótico-mudéjar, fue muy reformada en época posterior. Así por ejemplo, su portada de cantería aparece fechada en 1624.
Tres naves compartimentan su interior. Entre las obras de gran interés artístico
que aquí se albergan destacan el retablo mayor, ensabmblado por Felipe de Ribas
entre 1461 y 1654; el lienzo de la Santa Faz, de Zurbarán, en la Capilla
Sacramental, y otro de Juan de Roelas que presenta la Liberación de San Pedro
por el Angel, pintado este último en 1612. El 8 de junio de 1599 recibió en
esta iglesia las aguas bautismales el inmortal pintor Diego Velázquez.
Adyacente a esta parroquia se encuentra la calle Doña María Coronell, y en
ella, el Convento de Santa Inés, precedido de un recoleto compás. Se alza
sobre las casas cedidas por la aludida Doña María Coronel en la segunda miras
del siglo XIV. Precisamente, tras la reja que cierra el coro del templo se
encuentra la urna donde se expone el cuerpo momificado de dicha dama,
requerida de amores por el rey Pedro I. Muy cerca de ella se conserva el
órgano barroco que dio lugar a la leyenda de Maese Pérez el Organista,
popularizada por Gustavo Adolfo Bécquer.
Al final de la calle Doña María Coronel habremos de girar hacia la izquierda
para dirigirnos al Palacio de las Dueñas,
residencia sevillana de la Casa de Alba. Su estilo constructivo marca la
transición entre el Gótico y el Renacimiento, a caballo entre los siglos XV y XVI.
Sus dependencias guardan una notable colección artística.
Nuevamente tendremos que desandar parte de nuestro recorrido, situándonos en
la Plaza de San Pedro, y desde allí cruzar la calle Imagen, Plaza de la
Encarnación y Laraña, para adentrarnos en la Iglesia de la Anunciación.
Posee planta de cruz latina, cuyo crucero queda cubierto por una elegante
cúpula. El retablo mayor fue diseñado en los primero años del siglo XVII
por el jesuita Alonso Matías, hallándose en él buenas pinturas de Juan de
Roelas, Antonio Mohedano y Francisco Varela. En el banco sobresalen las
esculturas de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, obra de Juan
Martínez Montañés en 1610. En un altar del lado izquierdo recibe culto la
singular Dolorosa del Valle, una de las más expresivas de la Semana Santa
sevillana, cuya ejecución se atribuye al cordobés Juan de Mesa hacia 1620.
En la cripta de este templo se halla el Panteón de Sevillanos Ilustres,
donde se encuentran sepultados personajes tan conocidos como Arias Montano,
Lorenzo Suárez de Figueroa, Rodrigo Caro o el propio Becquer.
En el tramo final de nuestro paseo, tomaremos la rectilínea calle Cuna,
donde se halla la Casa de la Condesa de Lebrija. COnstituye un pequeño museo
de Arte Romano, donde hallaremos mosaicos, esculturas de bulto redondo,
relieves, cerámicas, bronces, procedentes en su mayor parte de Itálica.
Este denso recorrido lo concluiremos en la ya conocida Plaza del Salvador,
donde podremos reponer fuerzas con la ayuda de una fresca copa de manzanilla
y una exquisita tapa de queso, jamón, caña de lomo o mojama en la antigua
bodeguita de los soportales.
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