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En
un programa de cría serio, como el que vengo desarrollando, siempre intento
dar pasos hacia adelante, pensando mucho los cruces más ventajosos para
cada una de mis hembras e intentando que se complemente con el macho asignado,
transmitiendo a su descendencia lo que pretendo conseguir.
Esto, tan sencillo en apariencia, es en realidad terriblemente complicado ya que en el resultado final influyen una ingente cantidad de posibles variantes que hacen que el acercamiento entre la teoría y la realidad sea una pura coincidencia.
Es
la asignatura siempre pendiente porque las oportunidades que hay para acertar
son muy escasas. Cualquiera de mis hembras de maltés empieza normalmente
su vida reproductiva cuando ha terminado su carrera en los Shows y tiene sólo
dos o tres hijos en cada uno de sus tres o cuatro partos, con un total de ocho
o nueve cachorros durante toda su vida. Y ésa es la cantidad que puede
tener en un solo parto una Bóxer, o una Setter o una Pastor Alemán,
por ejemplo.
Todos
sabemos lo que debe ser un buen maltés, y por eso no pretendo hacer un
análisis del standard de la raza que todos los criadores seguimos, que
marca unas pautas generales pero siempre queda obsoleto y no es más que
el reflejo de lo que había ya que, mientras se comenta, se estudia, se
discute, se corrige, se aprueba y se publica, los perros que ocupan los primeros
puestos en las Exposiciones ya han ido más allá, ya son mejores
de lo que dice el stándard y, aunque todos sabemos que el perro perfecto
no existe, el día que consigamos alguno que se acerque lo suficiente
a ese ideal que tenemos en la mente, con toda seguridad pondremos nuestro listón
mucho más alto, con lo que nuestra búsqueda de ese sueño
nunca tendrá fin.
Para
mí, además de todas las cuestiones que hacen que un perro sea
excelente en un Ring y consiga primeros premios, lo fundamental es que tenga
un buen carácter. Todas las horas que pasará en las sesiones de
peluquería, entrenamiento y en el mismo Ring, no son nada si se comparan
con las que pasará al lado de su dueño: toda su vida dándole
compañía.
Por eso, mis perras siempre paren en casa, a mi lado, siempre acompañadas y con mi ayuda y los cachorros crecen en un ambiente familiar para que puedan desarrollar bien ese carácter alegre y ese especial sentido de que todo en la vida es juego, que distingue a los malteses. Y, si algún día uno de ellos debe cambiar de casa, sus nuevos dueños serán sus amigos y la vida seguirá igual.
